"Quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas", dice un poema mexicano. Las palabras, que se difundieron con relación a la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, recobran actualidad y resuenan fuerte cada vez que llegan noticias de que se identificó a uno de los desaparecidos por el terrorismo de Estado. El Pozo de Vargas es la fosa común donde fueron a parar los cuerpos de más de 100 personas que fueron secuestradas, torturadas y finalmente asesinadas en centros clandestinos de detención.
Hasta ahora, se estableció la identidad de 60 personas que fueron arrojadas al Pozo, en base a las investigaciones que llevan a cabo los equipos forenses del Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán, a cargo de las excavaciones, y el Equipo Argentino de Antropología Forense, que realiza los cotejos de ADN entre los restos hallados y las muestras de sangre que entregan los familiares de desaparecidos con ese fin.
El Pozo de Vargas fue declarado como Sitio de Memoria en diciembre del año pasado, cinco años después de la primera identificación de un desaparecido: el ex senador peronista Guillermo Vargas Aignasse. Desde entonces, salieron a la luz decenas de indicios y pruebas de que ese lugar era una fosa común.
En el lugar e trabaja en el lugar desde 2002, aunque con interrupciones en los primeros años. Desde 2009, las labores son continuas. Una vez por semana se efectúan extracciones y una vez al mes, el material es enviado al Equipo Argentino de Antropología Forense.